Como la calma que corre por mis venas (II)

Con ésa paz y tranquilidad que jamás me caracterizaron, miro al frente y pronuncio mi nombre completo. Toman los datos, que podrían ser los míos o los de cualquier otra persona, y los añadirán al fichero, cuando acaben ésta tediosa tarea y después de por supuesto tomarse el desayuno y el café de media mañana.

La gente a mi alrededor me mira con cara de pánico. Y yo no entiendo a qué le tienen tanto miedo. Quizá es miedo a la incertidumbre. Sí, reconozco que éso me dió miedo a mí también durante un tiempo, pero ahora que soy yo quien rige las riendas de mi propia vida, que nunca antes me perteneció a mí misma, ahora ya no. Ahora lo que siento es emoción. Emoción de haber sido capaz de derrocar al conductor del volante, y haberme puesto en el sitio que siempre me correspondió.

No me importan los grilletes que se enroscan -amenazantes para algunos, excitantes para aquellos degenerados- que se enroscan alrededor de mis muñecas cada noche en mi cama, y en todas aquellas paralelas a la mía en el pabellón. Tampoco me importan los gritos en medio de la noche, ni los llantos, ni siquiera me molestan un poquito los espamos involuntarios de algunos de mis compañeros, los que están peor que nadie.



"Confesé" que lo había hecho, y lo achaqué a demencia psicótica, algo que se ha sufrido durante generaciones en mi familia. Creí que mis posibilidades eran nulas, pero funcionó. Lo que me demuestra, estando en pleno uso de mis capacidades intelectuales, que el sistema judicial de éste país no funciona. No funciona. Por éso estoy tranquila. Maté a mi marido, nadie sabe porqué, y yo respiro tranquila en un centro psiquiátrico, atendidas todas mis necesidades de por vida.

Algún motivo tendría... (I)

Érase una vez... una mujer que parecía muy feliz. Tenía la pareja que siempre había deseado, y él le proporcionaba la vida lujosa que ella siempre había querido (o al menos así lo había creído ella desde pequeñita). Quizá sólo buscó aquello para conseguir la aprobación de los demás. Quizá indirectamente fue lo que le inculcaron a buscar. Quizá tenía algún tipo de trauma infantil que pretendía compensar, diría un psicólogo.

Y de repente, un buen día, sin que nadie se lo esperase... El que debería haber sido el día más feliz de sus vidas, pensaba la gente superficial de su alrededor, se tornó el más amargo. Él amaneció muerto sobre un mar de sangre, en la habitación del hotel donde iban a desposarse, y ella amaneció vestida de blanco, en un tren con rumbo perdido, y un cuchillo de carnicero en el bolso. Para su suerte o desgracia, quizá más por desgracia para armonizar con aquello que había tenido toda su vida, fue detenida.

La interrogaron durante horas, en una fría pequeña y gris habitación del cuartel policial, y tan sólo obtuvieron de ella el silencio de sus labios cerrados, y una mirada de paz que aterrorizaba.



Por los pasillos del cuartel donde pasó su primera noche recluida, se oía:
- Menuda frialdad... Tenía la vida perfecta. Porqué haría algo así?
- Algún motivo tendría.

Reapertura y celebración

Vuelvo a las andadas. Probablemente un poco más sabia, y también con algunas cicatrices de más. No se aprende sin caerse y hacerse un poquito de daño. Una vez leí "si por vivir todo lo bueno, tuve que sufrir todo lo malo, no rechazo nada de lo malo por no perder nada de lo bueno". Muy cierto.

Como dice Jorge Bucay, todos tenemos nuestra "historia trágica", aquella que vendría a justificar todos nuestros fallos y logros frustrados. Responde a la pregunta de "Qué se puede esperar de mí si..." seguido de muchos etcéteras. Yo también tengo la mía, y a pesar de éso, o precisamente gracias a ello, estoy donde estoy. Y no cambiaría nada si volviera atrás. Porque entonces nunca habría conocido a la persona que soy hoy.

Soy un poco alocada. A veces tengo razón y otras muchas no. Me muerdo las pieles pero no las uñas. Me gusta jugar con mi pelo cuando lo llevo muy largo. Sé que mis ojos se vuelven amarillos cuando les da mucho el sol. Soy orgullosa, y muy cabezota. Desvarío. Casi siempre tengo que pedir perdón por decir cosas no apropiadas, o que realmente no siento. He compartido piso con tanta gente que no puedo recordarlos a todos. He perdido dinero, y también me lo he encontrado. Compro cosas que no necesito. Me gustan las gominolas, en especial si te dejas la bolsa abierta durante un par de días y han dejado de estar blanditas y suavecitas. Me encantan los gatos, sobretodo la mía, y mi sueño secreto es algún día tener un caballo. Quizá no es tan secreto. Soy una romántica sin freno ni remedio. Cuando estoy sentada sobre la hierba, me gusta arrancar los hierbajos suaves y nuevos, aquellos que son de un verde más clarito. Me encanta maquillarme y ser muy muy femenina, y a la vez puedo volverme un chicarrón, subirme a los árboles, tirarme en el barro y jugar a peleas. He tenido tantos trabajos, que siempre sorprendo a la gente de mi alrededor cuando enumero uno nuevo. Por las mañanas me gusta tomar tostadas con mantequilla y mermelada (a poder ser de frutos del bosque). Me gusta la vida del campo, mirada a través de un telescopio en un apartamento en el centro de la ciudad. Cuando era pequeña siempre pisaba las líneas blancas de los pasos de peatones, y aún ahora me gusta jugar de nuevo a veces. Tengo un sexto sentido que me cuenta cosas al oído antes de que me las cuente nadie más. Bebo vino tinto encantada, pero no sé distinguir uno bueno de uno barato. Éso sí, siempre en copa. Me gusta peinarme las cejas con los dedos cuando estoy rodeada de gente. Soy un poco rara, y a veces soy como todos los demás. Cuando era pequeña solía corregir a mis profesores en el colegio. Llevo cicatrices compartidas con mi hermano. Y he tenido más de 5 esguinces en el mismo tobillo.

Por culpa de todo éso, o quizá gracias a ello, incluso podrían ser las dos cosas al mismo tiempo, yo soy yo y no soy nadie más. Y precisamente porq yo soy yo, y no soy ninguna otra persona, él me ha elegido, entre la masa de gente, porque por algún motivo yo he destacado. O le elegí yo? O fue una elección mutua? Sea como fuere, aquí estamos, y decidimos mirar al futuro juntos, despertándonos en la misma cama, con los sueños recién levantados enredados en la almohada.