Estoy de mudanza

Vengo a barrer el polvo que se ha quedado acumulado de no limpiar en tantos días. La ceniza ya ni parece ceniza, la miro y parece algo nuevo, o quizá algo tan viejo que ni recuerdo cómo era, ni porqué esta ahí, ni siquiera desde cuándo. Los vasos han marcado cercos limpios sobre las estanterías, y los objetos dibujan formas extrañas, me parece curioso nunca haberme fijado antes, y de repente se me ocurre distribuirlos de una manera en la que al levantarlos sin limpiar el polvo, conformen alguna silueta decorativa.

Mi pintalabios se marca en los rebordes de las copas de vino, los posos rojos intensos han dejado de serlo tanto, y al mirar a contraluz puedo ver muchas huellas dactilares emborronadas que juegan con la luz. El periódico está viejo, añejo, amarillea, y la fecha me trae muchos recuerdos. Algunos quizá los conserve, otros no los quiero y los tiro a la basura con todos los demás deshechos.

Después de haber hecho semilimpieza de la casa, empieza la ardua tarea de reorganizar todo lo demás. Poner cosas que han quedado obsoletas en cajas, abrir cajas que creí que nunca volvería a mirar su contenido a la cara, reconciliarme con él, y colgarlo encima de mi cama. Libros polvorientos que quiero conservar pero quizá no releer, guardarlos en cajas junto a objetos puramente decorativos sin ningún otro sentido que el valor sentimental, envueltos en aquellos papeles de periódicos que he ido recogiendo por la casa antes. Cuadros nuevos que colgar en paredes blancas a estrenar. Toda la casa me parece un lienzo en blanco, la primera página de un diario, y puedo sentir la emoción de la pluma rozando el tintero por primera vez.







Nota al pie: me mudo a vivir con mi novio y mi gata éste fin de semana!

Sin palabras

A veces una se queda seca de palabras, el torrente se queda sin agua y ya sólo se ve el barro del fondo, apelotonado y brillante por un tiempo, hasta que el agua se evapora del todo. Otras veces parece como una cascada sin fin, sin orden aparente, todo corre a borbotones, como con prisa, y entonces no da tiempo ni de mirar si es agua clara o turbia. Pero de vez en cuando, como excepción, el agua corre mansa, constante, sin pausa pero sin prisa, y una puede sentarse a mirarla y ordenar sus pensamientos.

Y mi pregunta es: cuál es el camino correcto? Quién lo sabe? Quién puede decírmelo? Izquierda o derecha, blanco o negro, arriba o abajo? Me da miedo darme cuenta cuando sea demasiado tarde para retroceder...