La vida puede ser maravillosa

Corría el año 2011, en Palma. En la radio sonaban temazos como "What the hell" de Avril Lavigne, o "El secreto de las tortugas" de Maldita Nerea. El año anterior había sido el año que España ganó el mundial, y todo el mundo se volvía loco por el Barça, el equipo del momento. El 2011 prometía el fin de la peor crisis económica de nuestra época, y los buenos propósitos de año nuevo se podían palpar bajo la piel de cualquiera. Fue el año que la ley antitabaco llegó a nuestro país.

Era el año de Berlín.














Tú habías acabado los estudios hacía no muchos meses. Yo trabajaba en un puestecito sin ningún futuro de una empresa cualquiera, mientras esperaba al trabajo de mis sueños. Tú llenabas tu tiempo libre con videojuegos donde se mataban extraterrestres. Yo conducía el BMW de mi padre de manera desvergonzada y superando con creces los límites de velocidad, y a veces te dejaba que lo hicieras tú también. Habíamos pasado un año duro, pero sabíamos que lo mejor estaba por venir.

Era nuestro año.

Íbamos a vivir juntos, por fin. Compartiríamos dos trabajos, un piso, dos gatos, una gran ciudad. Nuevas sensaciones esperando al final de cada línea de metro. Gastronomía que experimentar, en los paladares y en cocina propia. Enseñarles la nueva desconocida a nuestros viejos amigos. Todo al alcance de las yemas de los dedos...

Amor: dícese de el motor tal que mueve el mundo

A veces, una persona buena puede hacer algo malo, y eso no la convierte en una mala persona.

A veces, una persona mala puede hacer algo bueno... aunque eso no suele suceder.

A veces, la gente se equivoca. A veces se debe rectificar. A veces uno se arrepiente de cosas que ha dicho o hecho en el pasado.

Yo una vez me equivoqué. Qué digo una! Me he equivocado muchas, muchísimas veces. Pero tal como tropiezas, te levantas, así me enseñaron de pequeña. Pero éste error en concreto... éste duele más. Y a pesar de que la persona más importante, mi alma gemela, haya sabido perdonarme... hay quien no me deja redimirme. Hay quien no quiere que olvide. Hay quien no quiere perdonar.

Sin embargo, yo sigo adelante, me absuelvo a mí misma un poquito cada día, porque yo sé que el mundo se mueve con amor. El odio... ése bicho no lleva a ninguna parte.

Lechuzas blancas y almohadillas grises

Hace cuatro días, mientras conducía por una carretera secundaria oscura, pasadas las diez de la noche, cruzó por delante del parabrisas una lechuza. Toda blanca.

Anoche, menos de veinticuatro horas atrás, soñé que perdía una de las almohadillas (la gris, para ser precisa) de mis auriculares para escuchar música. Ésta mañana, en el autobús, hace poco más de doce horas, había perdido la almohadilla gris de mis auriculares para escuchar música.

Hace menos de una hora, en mi camino de vuelta de mi carrera diaria, una lechuza blanca se me ha cruzado por delante del parabrisas.







Será que el Universo intenta decirme algo? Pondré todos mis sentidos alerta. Suenan aires de cambios.

Aprendiendo a aprender

Crecer. Caerse y levantarse. Un ciclo que espero que nunca acabe, pues siempre aprendemos más de las caídas que de los caminos llanos. Sólo espero estar rodeada de cada vez más cojines al caer. Con cada caída, parecen más blanditos.


Aprendiendo de mí misma y de los demás. Que los demás se equivoquen no excusa que me equivoque yo también. Dos males no hacen un bien, y doy gracias quien me ayuda a distinguir lo bueno de lo malo, cuando la línea divisoria es un horizonte mal delineado.

La vida es un continuo aprendizaje, y yo parezco no pasar de una constante actualización de mí misma, cuando querría ser ya mi mejor versión posible. Supongo que siempre siempre se puede mejorar. Pasito a pasito.

De todos modos, me gusta aprender. He decidido volver a estudiar. He decidido quererme más a mí misma. He decidido querer más a los demás también. Sobretodo a aquellos que me quieren incondicionalmente, son los que más se lo merecen. El amor es el motor del mundo, cada día lo tengo más claro.

Empezar de nuevo, que no de cero

Comienza una nueva etapa de mi vida. En menos de un mes estaré viviendo en Belín, la gran desconocida (al menos y de momento, para mí), el gigante gris, la sombra del norte. Un sueño que comienza estando más despierta que nunca antes, con más bagaje que nunca antes, y por supuesto más experiencia. Pero siempre hay que dejar un hueco vacío para poder rellenarlo en el camino. Para eso hay que agrandar el hueco que se ha ido estrechando cada vez más, vaciarlo de porquería inservible, como cuando vas a renovar el armario y te deshaces de todo lo que ya pasó a mejor vida. Y así, se van quedando atrás las zapatillas de correr desgastadas, los pantalones manchados de pintura que nunca te volverás a poner - ya habrá tiempo de hacer viejos otros pantalones ahora nuevos - , los cuadros y pósters de cosas que te dejaron de gustar pero nunca tuviste la paciencia de descolgar, y ésa carta de amor adolescente que nunca sabes si tirar o conservar.

Conservar, es admitir el miedo a olvidar sin tener un objeto que ayude a recordar, me dijeron una vez. Conservar, es querer recordar a pesar de que ya puedes recordar, digo yo. Olvidar y recordar no se eligen. Sí se aprenden, pero. Yo aprendo recordar todo lo positivo, todo lo andado, todo lo crecido, todo lo evolucionado, y sobretodo todo lo amado. Olvido pocas cosas, soy de esa clase de personas poco propensas a olvidar, algunos dirán para mi suerte, otros para mi desgracia. Pero como yo elijo aprender, no importa. Aprendo, y así me cojo de la mano de todos mis recuerdos, los malos, los buenos, caminan conmigo, me enseñan por el camino, me recuerdan lo aprendido, lo vivido, lo sufrido...
Que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra? Puede ser. Pero yo soy mujer.