Mirar atrás

La vida de todo el mundo está sembrada de momentos, sucesos más o menos importantes, instantes clave que se recordarán para siempre, y otros que se los lleva el viento de la memoria tan pronto como han pasado. Lo mismo sucede con las personas. Las hay que son una página más del libro. Las hay que duran un capítulo entero. Las que no merecen siquiera una mención, porque su relación con la historia es prácticamente inexistente. Esto no quiere decir que dichas personas sean poco merecedoras de atención, ojo. Simplemente no lo son para cierta historia, pero seguro que para otra sí. Hay personas que son renglones, otras notas a pie de página. Y otras son personajes atemporales, que una vez llegados no se van jamás.

Cuando uno conoce a una persona, la ve por primera vez, intercambia palabras y algún que otro dato personal, no sabe qué papel va a tener esa persona en el libro. Es algo impredecible, incierto. Porque los personajes pueden ser durables, y cambiar de forma e importancia durante el transcurso de la historia misma. Dar un giro inesperado. Y es que nunca se sabe...

A veces, cuando uno pasa página con una persona, cuando el tiempo de duración del personaje ha llegado a su fin, es doloroso. Puede ser que la despedida haya sido necesaria, triste, o abrupta. Pueden haber un millón de motivos. Un personaje también puede desaparecer sin un gran estruendo, muy poquito a poco, un día te das cuenta de que hace tiempo que ya no está allí. A veces se sucede un gran desacuerdo, una discusión que termina por romper un vínculo ya de por sí débil. Uno puede pasar mucho tiempo triste, decepcionado, enfadado, ofendido. El tiempo que cada uno se aferre a estos sentimientos negativos es decisión y voluntad de cada individuo. Uno tiene todo el derecho del mundo a querer permanecer esclavo del pasado, de algo que ya no está. Uno puede también tener miedo a dejar marchar, porque no sabe lo que vendrá después.

Sin embargo, puede llegar un día, despacito, sin hacer nada de ruido, en el que uno mire atrás y recuerde un personaje del pasado y ya no le duela. O ya no le enfade. O ya no le ofenda. O ya no le entristezca. En su lugar, aparece una espontánea sonrisa leve, el fantasma de un recuerdo que algún día fue bonito. Es como decir "Te dejo ir, no me aferro más, eres libre y yo también. Podemos marchar ambos en paz.".

Será que me estoy haciendo mayor? Será que estoy aprendiendo de mis errores? Sea como sea, hoy puedo decir que mis fantasmas de errores pasados cada día me atormentan menos.