Mi pintalabios se marca en los rebordes de las copas de vino, los posos rojos intensos han dejado de serlo tanto, y al mirar a contraluz puedo ver muchas huellas dactilares emborronadas que juegan con la luz. El periódico está viejo, añejo, amarillea, y la fecha me trae muchos recuerdos. Algunos quizá los conserve, otros no los quiero y los tiro a la basura con todos los demás deshechos.
Después de haber hecho semilimpieza de la casa, empieza la ardua tarea de reorganizar todo lo demás. Poner cosas que han quedado obsoletas en cajas, abrir cajas que creí que nunca volvería a mirar su contenido a la cara, reconciliarme con él, y colgarlo encima de mi cama. Libros polvorientos que quiero conservar pero quizá no releer, guardarlos en cajas junto a objetos puramente decorativos sin ningún otro sentido que el valor sentimental, envueltos en aquellos papeles de periódicos que he ido recogiendo por la casa antes. Cuadros nuevos que colgar en paredes blancas a estrenar. Toda la casa me parece un lienzo en blanco, la primera página de un diario, y puedo sentir la emoción de la pluma rozando el tintero por primera vez.
Nota al pie: me mudo a vivir con mi novio y mi gata éste fin de semana!