La cosa más bonita del mundo entero

- Ella también era pelirroja – dijo mientras acariciaba mis rizos rebeldes que caían desordenados sobre la almohada sin funda.

Fue así como descubrí que habían habido otras antes que yo.

Nunca lo sospeché, debido a lo tímida que había sido antes de quitarse la máscara que se ponía ante el mundo. Esa máscara que también me había hecho pensar que la primera vez conmigo, había sido la primera vez con una mujer. Y sus movimientos inseguros habían confirmado lo que ahora resultaban ser falsas sospechas.

Callé y la dejé hablar. La curiosidad me quemaba en el interior de mi pecho y en la superficie de mi piel.

- Ella también era pelirroja, pero contigo es distinto. - Enredó uno de mis largos rizos entre el dedo índice y el pulgar y miró hacia otra parte. - Con ella, con Karen... Con ella lo sentía como si estuviera haciendo algo malo, algo que no era correcto. Tú...

No quería escucharlo. No quería comparaciones. Ni siquiera si iban a ser favorables hacia mí.

- No tienes porqué contarme nada de todo eso. No me importa.

- Tú haces que salgan chispas de los poros de mi piel. - se sonrojó y giró la cara, para que no la pudiese mirar directamente. Como si hubiera querido decir eso durante mucho tiempo, y por fin hubiese juntado el valor suficiente para soltarlo.

Me encantó. La besé con una intensidad que se sintió mucho mayor a todas las veces anteriores juntas.

- Vale, eso sí me importa.

Me sonrió, e iluminó la habitación oscura por completo con esa sonrisa. 

Me pareció la cosa más bonita del mundo entero.

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Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...