La reina del mundo

Con una copa de vino tinto, una de ésas copas de cristal fino, de las que al mojarse un dedo y resbalarlo por el borde se pueden sacar notas musicales, en la mano derecha, y una sortija de diamantes de un tamaño obsceno, yo podría dirigir el mundo y tener el dedo sobre el botón. Sí, el dedo de la sortija de diamantes, que pesa más, y que queda mucho más elegante.

Con una sonrisa a medias, y vestida con cualquier trapo de mercadillo que hacer pasar por una cara prenda de diseñador, y quizá con unas medias rotas, enseñando estilazo harapiento, tan sólo me faltan las gafas de sol y el pañuelo en la cabeza para creerme Marilyn o una nueva versión a lo Scarlett.

Con un corsé que muestre mi desvergonzado lunar en el pecho, y las telas camuflándose con cada centímetro de mi piel, dejando que la imaginación pueda ver con claridad lo que se esconde debajo de la tela, tacones de aguja y cualquier cosa roja, no importan labios, collar o pendientes, daría el pego colgada del brazo de un viejo magnate, un canoso directivo, un artista retirado o una vieja leyenda del rock.

Y si a todo éso le añadimos que tengo mucho, pero que mucho, mucho morro, yo podría proclamarme la reina del mundo.

Pero es que sería demasiado fácil...

2 comentarios:

  1. lo interesante de verdad es lo dificil... ;)
    un beso!

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  2. Tu ya eres reina de los sentimientos y de la dulce soltura de tus palabras llenas de esa angelical ingenuidad de las personas limpias y llenas de vida...un beso muy grande de azpeitia

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Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...