París

Macarrons, de los grandes y de los pequeños. Calles empinadas, húmedas, que no mojadas. Tejados vistos desde arriba, desde el cielo, desde el corazón, miles de antenas que se alzan para rascarle la barriga al cielo y hacerle compañía a la Torre Eiffel. Croissants, recién hechos, tibios del horno, por la mañana, o a media tarde, o a ésa hora de qué-narices-estamos-en-París-disfrutémoslo. Jardines, muchos. Verde y azul europeos, que no mediterráneos. Caminar por las calles sin pensar a dónde llegaremos. Fotos disparadas desde debajo de un paraguas. Cruzar el río, una vez, otra vez y otra más, a pie o en tren, qué más da. Notre Dame y el arco de triunfo.
Miro las copas de los árboles y siento cómo pierdo el equilibrio. Me siento. Y ya estoy en el tren de camino a Epinay Sur Séine. Cierro los ojos, vuelvo a abrirlos, y estoy agarrada de tu brazo, corriendo bajo un paraguas, con una cajita de sushi para llevar en la mano. Se cruza un coche, al otro lado Champ de Mars. Y los Champs Elysées. Con sus tiendas de vida de película, de mentira. Y el Sena. Y la torre Eiffel iluminada en azul. Y la tienda del señor Collignon. Y los sex shops de Montmartre. El Louvre, por dentro y por fuera. Aunque me quedo con el Musée d'Orsay. Crepes, en cualquier rincón de cualquier calle. La madre de Whistler, el gato negro, la catedral de Rouen, la habitación de Van Gogh. Mucho Art Nouveau. Brancusi, mi favorito. Amélie por donde quiera que mire. Queso, por supuesto, que estamos hablando de París! Y Versailles con gusto a poco. A poco tiempo.
París mágico. París romántico.



Volvería a París mañana mismo.

1 comentario:

  1. Desde lueo París te descubre cada vez nuevos rincones, paseos. Te da "fotos", instantes, comidas, placeres...

    Volver a París, ¿Cuándo?

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Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...