Él se acercó - no iba a dar el primer paso ella, claro -, pidió permiso para sentarse junto a ella, y empezaron una agradable conversación sobre temas inocuos. Nada que pudiera ofender o molestar a alguien, nada comprometedor. Al final de la tarde intercambiaron números de teléfono.
A los 3 días - la regla de oro de no llamar demasiado pronto cumplida - él la llamó. Ella fingió estar sorprendida, y ocupada, para no dejar claro que se había comido las uñas hasta las cutículas ansiando la dichosa llamada. Quedaron. Cenaron. Y se fueron juntos a la cama.
Varias cenas y enredos entre sábanas después, ambos sintieron aquella punzada de desilusión al darse cuenta de que sus caminos no iban en paralelo para juntarse, sinó que eran caminos perpendiculares, y era el momento de seguir cada uno individualmente. No tenían nada que compartir. Nada en común.
Y es que a veces, los cuentos de hadas también pueden ser de sólo una noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...