Del inconveniente de tener una novia y un gato

Y de tener que levantarte en una cama que te contagia sin querer los pelos blancos y las arrugas en las sábanas y en la cara que se acuesta contigo.
Y de llevar más de cuatro horas en la oficina, y descubrir otro pelo más en tu jersey oscuro, y de que los recuerdos y la sonrisa invadan tu cara.
Y de jugar a hacer cabañas de tres debajo de las mantas, en las noches más frías del invierno, entre ronroneos y risas juguetonas.
Y de despertarte a maullidos de gata o de mujer, a las tantas de la madrugada, una con hambre, y otra con otro tipo de hambre.

4 comentarios:

Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...