Dime para qué...

Me siento muy cansada. Cansada físicamente aunque no haya hecho ejercicio. Cansada de la cabeza, de la mente, del intento, de la vida, de la rutina, de lo diario, de lo de siempre, de lo de nunca.
Creo que he tocado fondo. Conoces ésta sensación? Es la de cuando llegas al punto de decir: no quiero más, estoy cansada de intentar. De intentar y no conseguir. De ponerme metas que no llego a alcanzar. De seguir anhelando llegar a ésa luz que creo ver al otro lado del túnel. A lo mejor simplemente es la luz del final del túnel, pero ahora ya me da igual... Ya no quiero alcanzar nada.
Me he quedado sin sueños, sin deseos de mejorar, de llegar más alto, de subir otro peldaño, no, no puedo, me duele, me canso demasiado...

Me he vuelto a caer, y no tengo ganas de levantarme. No quiero volver a decepcionarme. No tengo ganas de enfrentarme a otro problema más. No. Prefiero quedarme en el suelo hasta que se acabe todo. Ya me avisarán. O me sorprenderá la muerte. O quizá yo misma vaya a buscarla. Quién sabe.
Porqué tiene que ser tan difícil? A mí no me habían avisado. Quiero bajarme del tren y seguir a pie. Ésto va demasiado deprisa para mí, y cada vez que el traqueteo me tumba, me cuesta demasiado recuperarme. Creo que ésta ha sido la última. El último intento. Me niego.
Es demasiado duro, demasiado difícil. Ya no me queda un último aliento por el que luchar. Se han ido las ganas de cualquier cosa.







Sombras en el suelo y en mi interior. Irónico. Cómo puede haber sombras dónde no existe la luz?


Conclusión deprimente. Ya no me importa nada.

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Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...