Macarrons (o premonición)

Nos encontramos. Es una calle como cualquier otra, un día como cualquier otro, sí, puede ser que así sea para el resto del mundo. Para tí no es ni mucho menos un día cualquiera. Igual que no lo es para mí. Llevamos esperando éste día desde que nos conocimos, desde que supimos que queríamos estar juntos, es el día que más hemos esperado ambos, juntos.

Antes del encuentro, yo me he arreglado, mirándome al espejo una y otra vez, revisándome el maquillaje, el pelo, la ropa... Será que estoy nerviosa? El cosquilleo de mi estómago me confirma que sí. Dichosas mariposillas de anticipación... Me muerdo las pielecitas pero no las uñas, estoy nerviosa. Juego con mi pelo, estoy nerviosa. Me cambio lo que llevo puesto entre 5 y 10 veces, estoy nerviosa.

Al final decido que ya está bien, que más me vale salir de casa, aunque tenga que esperarte 10 minutos en la calle, total no hace frío. Mejor esperar fuera, así me distraigo. Camino. Fuera, la ciudad se me antoja más bella, el sol parece que ilumina mucho más que otros días, la brisa es perfecta. Como Amélie, me siento en armonía con el munco entero, y me parece que no podría ser más feliz.

Llego al lugar acordado. Espero bajo la sombra de los árboles. La gente me mira. Quizá es inusual esperar a un chico con flores, supongo que suele ser al revés. Y de pronto ahí estás. Con tu sonrisa blanca, amplia, fresca, con tus hoyuelos, con ésos rizos que te caen sobre la frente, con todo lo que eres tú, y todo por lo que te quiero yo.

Te acercas, con ésa sonrisa, con ése beso en los labios, con un regalito inesperado. En una bolsa de papel marrón, macarrons. Cómo sabes que me encantan.

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Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...