Palma

Las calles mojadas de olor a jabón y limón. Gente trajeada, gente vestida con monos salpicados de pintura, gente de vacaciones, todos en la misma terraza haciendo el primer café de los muchos que vendrán a lo largo del día. Los hombres que miraban a las mujeres. Un museo cerrado por ser demasiado temprano. El vagabundo tejano que barre con energía su rincón en la plaza, justo detrás de la fea estatua de piedra cubierta de cacas de paloma, siempre me ha inspirado simpatía. Camareros montando terrazas, sillas, mesas, ceniceros que no falten, que en épocas de crisis la gente se relaja con un cigarrito.

Respiro profundamente el aire limpio y frío de la mañana, saludo con la mirada a la misma gente con la que me cruzo todos los días, oigo el resonar de mis pasos sobre los adoquines y bajo los arcos de la gran avenida, miro mi reflejo en los mismos escaparates. Y así comienza mi día. Joder, la vida no está nada mal.

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Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...