Empezar de nuevo, que no de cero

Comienza una nueva etapa de mi vida. En menos de un mes estaré viviendo en Belín, la gran desconocida (al menos y de momento, para mí), el gigante gris, la sombra del norte. Un sueño que comienza estando más despierta que nunca antes, con más bagaje que nunca antes, y por supuesto más experiencia. Pero siempre hay que dejar un hueco vacío para poder rellenarlo en el camino. Para eso hay que agrandar el hueco que se ha ido estrechando cada vez más, vaciarlo de porquería inservible, como cuando vas a renovar el armario y te deshaces de todo lo que ya pasó a mejor vida. Y así, se van quedando atrás las zapatillas de correr desgastadas, los pantalones manchados de pintura que nunca te volverás a poner - ya habrá tiempo de hacer viejos otros pantalones ahora nuevos - , los cuadros y pósters de cosas que te dejaron de gustar pero nunca tuviste la paciencia de descolgar, y ésa carta de amor adolescente que nunca sabes si tirar o conservar.

Conservar, es admitir el miedo a olvidar sin tener un objeto que ayude a recordar, me dijeron una vez. Conservar, es querer recordar a pesar de que ya puedes recordar, digo yo. Olvidar y recordar no se eligen. Sí se aprenden, pero. Yo aprendo recordar todo lo positivo, todo lo andado, todo lo crecido, todo lo evolucionado, y sobretodo todo lo amado. Olvido pocas cosas, soy de esa clase de personas poco propensas a olvidar, algunos dirán para mi suerte, otros para mi desgracia. Pero como yo elijo aprender, no importa. Aprendo, y así me cojo de la mano de todos mis recuerdos, los malos, los buenos, caminan conmigo, me enseñan por el camino, me recuerdan lo aprendido, lo vivido, lo sufrido...
Que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra? Puede ser. Pero yo soy mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...