Érase una vez, una niña a quien le encantaba hacer pollo a la miel, y hacía las mejores galletas con trocitos de chocolate del mundo entero. Siempre llevaba algún ingrediente en el pelo, una viruta de chocolate, un pegote de huevo y harina, una pepita de limón... Se llamaba Carolina, le gustaba llevar bufanda incluso si no era invierno y saltaba las baldosas de dos en dos para no quemarse las suelas de los zapatos.
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Antes de irte, me gustaría que dejases algo más que las huellas de tus zapatos sobre el polvo...